Pruebas cutáneas de alergia. |
Como siempre, lo primero que realizaremos será una auscultación del paciente. El médico empleará un estetoscopio para auscultar los pulmones del paciente, ya que puede presentar sibilancias u otros sonidos.
Posteriormente, deberemos saber si la persona afectada es alérgica a alguna substancia. Para ello, realizaremos un conteo total de los eosinófilos presentes en su sangre, y unas pruebas cutáneas ordinarias.
Luego, también es importante hacer una gasometría arterial. Esto consiste en medir la cantidad de dióxido de carbono y de oxígeno que hay en su sangre, para evaluar la presencia de una posible complicación respiratoria. También sirve para medir la acidez (pH) de la sangre, aunque normalmente sólo se realiza en pacientes que sufren un ataque grave de asma.
Gasometría arterial. |
Una radiografía de tórax también nos aporta la posibilidad de ver si existen posibles complicaciones, y descartar otras posibilidades con la misma sintomatología, como puede ser una infección respiratoria. Aquí tenemos un ejemplo de una radiografía de tórax, que muestra un paciente con asma bronquial:
Espirómetro incentivo, el método más utilizado en el diagnóstico del asma. |
Por último, la espirometría con test de broncodilatación es la prueba fundamental en este diagnóstico, y también en el seguimiento de la enfermedad. Sirve para medir la velocidad y la cantidad de aire que sale en una espiració, ya que cuando los bronquios se encuentran obstruidos, tarda más en salir. El paciente realizará la prueba una primera vez, sin ningún fármaco, y luego se le administrará un broncodilatador. Si la segunda vez que realice la prueba notamos una clara mejoría, estaremos ante una persona asmática.